Nairo Quintana

Nairo Quintana

«Los iberoamericanos, si estamos unidos, podemos tener de todo»

Fotografía: EFE/Javier Lizón
Texto: Macarena Soto

Nairo Alexander Quintana Rojas nació a 2.800 metros de altura el 4 de febrero de 1990 en Tunja (Colombia). Hijo de Eloisa Rojas y Luis Quintana, es el mediano de tres hermanos y hasta los quince años no tuvo su primera bici. Con menos de treinta años es ya ganador de la Vuelta a España y el Giro de Italia, y firme aspirante para coronarse en el Tour de Francia.

Los 2.800 metros de altitud de Tunja (Boyacá, Colombia) se decoran con logos de Movistar y viejas llantas de coche pintadas a lunares en homenaje al maillot de la montaña que, hasta el momento, más ha vestido Nairo Quintana en la madre de todas las carreras de ciclismo, el Tour de Francia.

Quintana (Combita, Boyacá, 1990), ganador del Giro de Italia en 2014 y de la Vuelta a España en 2016, empezó a montar en bicicleta como tantos otros colombianos como simple medio de transporte para acortar las grandes distancias entre su casa y la escuela, a la que acudía con su hermana Esperanza y su hermano y también ciclista Dayer.

La anécdota es ya conocida por los compatriotas del ciclista que le paran a cada paso que da por su ciudad: la vuelta a casa desde el colegio implicaba muchos metros de desnivel para sus piernas que tenían que soportar su peso pero también el de su hermana, cuya bici iba amarrada a la rueda de Nairo para que él tirara de ambos en las cuestas arriba.

Así, por necesidad, se forjó el que debería ser el mejor ciclista colombiano de la historia, con respeto por Lucho Herrera o Santiago Botero, en un país donde el mundo de la bici levanta tantas pasiones como los goles de James o los éxitos musicales de Shakira.

“Mi infancia fue diferente a la de otros niños”, avisa en la primera respuesta en un pequeño parque de su barrio, donde todos le conocen pero pocos se acercan para pedirle una foto o un autógrafo porque aquí, aún, sigue siendo un vecino más.

Según cuenta, el padre de los hermanos Quintana, corredores del equipo español Movistar Team, creció con serias limitaciones físicas, hecho que implicó que los hijos tuvieran que dedicar tanto tiempo al cuidado de la familia como al estudio en los primeros años de escuela.

“En cuanto íbamos creciendo a su lado, teníamos que ayudarle a trabajar a cambio de lo que otros niños hacían, ir al parque a jugar, con los amigos, con las bicicletas…”, cuenta tranquilo el joven deportista quien no se montó en una bici hasta que cumplió 15 años.

Fue entonces cuando comenzó a competir, a conocer la “pasión” de un deporte que, a su juicio, “transmite grandes valores”, como la “unión” o “la paz” al “no haber choque físico” ni “choques culturales”, y en el que se comparte “un solo objetivo”, una victoria que les haga memorables.

Para Quintana, ha sido su forma de competir y ganar carreras, unido a su personalidad, nacida de la educación que le dieron sus padres, según afirma, lo que le ha convertido en un ídolo nacional colombiano.

“La gente admira eso; la gente trabajadora, la gente del día a día, la que viene de ahí abajo ve eso en uno y es una inspiración para ellos porque me ven y piensan: yo también puedo salir (de aquí) porque él viene de allá, de donde nosotros”, explica orgulloso.

Bañado en una humildad que derrocha desde el primer minuto de conversación, confiesa que admira “a muchas personas” entre las que cita a varios compatriotas de diferentes disciplinas como el novelista Gabriel García Márquez o el científico Manuel Elkin Patarroyo, u otros iberoamericanos entre los que destaca a su compañero de equipo, el español Alejandro Valverde.

Enamorado de su país, reconoce que representarlo más allá de sus fronteras “significa algo muy importante: llevarlo en el corazón y demostrar ante la gente, ante el mundo, que Colombia tiene un lado bonito”.

Pese a su fuerte relación con Colombia, donde vive cuando no compite, Nairo dice sentirse “como en casa” en países como España, al que le une “la misma lengua, parte de la cultura que nos dejaron” y que convierte a los latinoamericanos y a los ibéricos “en lo mismo”.

“Hubo todo ese cruce de intercambios, y ahora hay muchos latinos viviendo allí (en la Península Ibérica), que van y vuelven porque tenemos las mismas costumbres. No tenemos otro sitio -además del propio- para estar y trabajar”, continúa.

Sobre el futuro de Iberoamérica, el ciclista lo tiene claro: “si estamos unidos podemos tener de todo, mucho potencial, porque aquí (en América Latina) hay gente muy dedicada y estudiosa, que le gusta hacer las cosas bien y allá (en la Península Ibérica) están los lugares para hacerlo”.

Candidato siempre a ocupar el primer lugar en el cajón del Tour de Francia, tras hacer lo propio en la Vuelta a España de este 2016, éxito que le ha convertido en el primer colombiano de la historia en hacerse con la ronda española y la italiana.

Llamado a coronar las tres grandes competiciones, Tour de Francia, Vuelta a España y Giro de Italia, Quintana tiene claro que el momento llegará y con él las posibilidades de reinar en el ciclismo mundial pero que, mientras tanto, ser embajador de su país y “su lado bonito” le compensa la espera.