Gustavo Dudamel

Gustavo Dudamel

“Como venezolano e iberoamericano tengo el deber de difundir nuestra cultura”

Fotografía: Cedida/Gerardo Gómez
Texto: Macarena Soto

Gustavo Adolfo Dudamel Ramírez nació el 26 de enero de 1981 en Barquisimeto (Venezuela). Hijo de una profesora de canto y un trombonista, ingresó a los cinco años en el sistema de orquestas venezolano, donde se formó para ser hoy uno de los directores de orquesta más importantes del mundo.

Tras sus inconfundibles rizos se encuentra una persona perseverante y agradecida. Hijo de músicos, recuerda una infancia rodeada de notas, instrumentos y conciertos, y con ese bagaje se muestra seguro de que la cultura iberoamericana no tiene nada que envidiar a los grandes nombres europeos.

“Como venezolano y como iberoamericano muchas veces siento la responsabilidad de mostrarle al mundo mis raíces musicales y culturales iberoamericanas, sobre todo porque es muy importante para mí poner nuestra cultura al mismo nivel de importancia que, por ejemplo, Beethoven, Shakespeare o Voltaire”, asegura el músico.

Tiene claro que “la cultura iberoamericana ha sido sumamente prolífica y es un componente fundamental de lo que somos” y subraya que -“como figura reconocida de la cultura que tiene el privilegio de acceder a escenarios internacionales”- tiene “el deber de difundir nuestra cultura”.

“Es una responsabilidad individual que asumo con placer, pero nuestros gobiernos y nuestros pueblos también deben apostar fuertemente por la cultura e invertir recursos y tiempo en ella porque expresa nuestras ideas, nuestras pasiones y deseos, ansias y pesares”, argumenta.

Reflexiona sobre la “historia común” de Iberoamérica, que “durante años ha estado marcada por conflictos”, pero donde “siempre ha primado la fraternidad y el anhelo de una unidad en las diferencias”.

“Nos une el proyecto común de superar nuestras adversidades, de luchar por un mundo mejor; proyecto que trasciende inclusive al espacio iberoamericano y que debería unirnos como humanidad”, apostilla.

Al respecto de los foros de diálogo entre países como las Cumbres Iberoamericanas, espacio que conoce bien tras clausurar la de Oporto en 2009 junto a la Orquesta Juvenil Iberoamericana, piensa que “es necesario apoyar cualquier iniciativa que busque reunir a los pueblos a través del diálogo y el debate constructivo”.

Está convencido de que “la cultura es un medio y un fin” y cumple “un papel fundamental en la educación de nuestros jóvenes, en los valores del respeto, la diversidad, la perseverancia y el trabajo”.

Un camino que conoce a la perfección, que comenzó a los cinco años con un violín entre las manos, cuando ingresó en el Sistema de Orquestas venezolano, referencia mundial que actualmente alberga a más de 400.000 jóvenes.

“El Sistema de Orquestas, fundado por el genio inigualable del maestro José Antonio Abreu en 1975, comenzó como un sueño. Para un joven venezolano apasionado por la música como yo, no existía mejor ambiente”, rememora Gustavo, cuya imagen quedó ya hace mucho asociada a la de este programa.

Fiel defensor de la iniciativa, alude a su “optimista y esperanzador” lema, “Tocar, cantar y luchar”, para dejar claro que la cultura es “un catalizador de transformaciones sociales”, “un espacio vital para que nuestros jóvenes aprendan la importancia de la disciplina, de la perseverancia, de la posibilidad de alcanzar sus metas y objetivos a través del trabajo duro y del amor por lo que hacen, piensan y creen”.

Cargado de experiencia, a pesar de su juventud, hace hincapié en que “introducir a los jóvenes al mundo de la cultura y particularmente al de la música clásica es una de las acciones más importantes que podemos y debemos emprender como sociedad”.

“La disciplina, la perseverancia, la educación en valores que se logra a través del intercambio y aprendizaje cultural son herramientas fundamentales para transformar nuestras sociedades y hacer de ellas comunidades más justas, igualitarias, optimistas y libres”, considera.

A su juicio, el programa da la “oportunidad de poder aprender y crear junto con otros niños y niñas de diferentes edades y contextos sociales”: “nos igualábamos frente a los instrumentos musicales, ha sido una experiencia que me ha marcado a fuego y que le ha dado forma a mi cosmovisión del mundo”.

La música, un arte que siempre formó parte de su “cotidianeidad”, tanto que, según cuenta, sus primeros recuerdos son también musicales –“mi padre estudiando trombón o solfeo”- se planta ante él como un cordón umbilical que le une a lo que es desde pequeño.

“Me enamoré inmediatamente de la música y amaba escucharla y leerla, al punto de que aprendí a leer música y partituras antes que a leer palabras. Interesarme por la música, estudiarla, perfeccionarme en ella fue para mí casi que un impulso natural. Fue, ha sido y seguirá siendo siempre mi vida”, dice Dudamel.

Portento musical, le bastaron 18 años para ser nombrado director de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y la Orquesta Sinfónica Nacional de la Juventud de Venezuela, que aún hoy dirige y compagina con la Filarmónica de Los Ángeles.

Pero este venezolano ha conseguido sacar a la música clásica de sus fronteras naturales y además de convertirse en el director más joven en dirigir un concierto de Año Nuevo de Viena (las navidades de 2016), ha protagonizado acaloradas actuaciones, como la que unió a la Orquesta Juvenil de los Ángeles (YOLA) con el grupo inglés Cold Play en la 50 Super Bowl, en 2016.

“Dirigir una orquesta es una tarea ardua pero a su vez muy gratificante. Significa lidiar simultáneamente con cien visiones diferentes de cien músicos experimentados, frente a los cuales uno, como director, debe poder expresar su propia visión y explicarla de modo que no existan dudas”, explica sobre su trabajo.

Tan apasionado encima de una tarima como fuera de ella, dice lograr “transmitir” lo que desea de los músicos “pero siempre sin imposiciones” y por ello todos terminan sintiéndose “libres” al “entrar en juego un componente lúdico y de pasión”.

“Sin embargo, es importantísimo dejar muy claro que detrás de toda esa fluidez y naturalidad existen largas horas de ensayo y error, trabajo, dedicación, esfuerzo, estudio y perseverancia”.