Ricardo Darín

Ricardo Darín

“Las historias iberoamericanas hablan de la vida de la gente común que pretende contar su sentir”

Fotografía: EFE/Juan Herrero
Texto: Macarena Soto

Ricardo Darín nació en Buenos Aires el 16 de enero de 1957 en el seno de una familia de artistas. Para llegar a su primer recuerdo entre bambalinas se retrotrae a su infancia cuando ya tomaba el autobús hacia un set de grabación. En su ya larga carrera muchas cosas le han pasado, entre otras, el premio Goya, el Platino y la Concha de Plata.

Habla profundo y va con pies de plomo, intenta alcanzar la diana con todas las palabras que pronuncia con perfecta dicción, propia de un actor de la vieja escuela que incita a los jóvenes a cargar con una “caja de herramientas cada vez más poblada” y celebra que nuestras historias no estén “enfocadas en la espectacularidad, sino en la vida de la gente común que pretende contar su sentir”.

Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) tiene una carrera envidiable, premiado por festivales internacionales, es una referencia en su país y la piel de varios de los personajes que más han marcado los últimos años del cine iberoamericano.

Pese a que no quiere marcar diferencias entre las historias de vida que ha representado, esas que define como “de gente común, sencilla, que pretende contar sus problemas, sus decepciones y su sentir”, reconoce que varias películas se han convertido en “pilares” dentro de su currículo como actor.

“Siento que las películas que más te marcan son las que en la audiencia generan una revolución o un rebote que las hace vivir por mucho tiempo”, explica por teléfono desde un Buenos Aires soleado “y diáfano” tras varias semanas de lluvia.

“En ese sentido soy tan afortunado porque tengo varias (películas) de esas, ‘El hijo de la novia’ tocaba un tema muy sensible, el Alzheimer, con una madre y alguien de 40 años, en la plenitud de la vida, tratando aún de encontrar su camino”, rememora.

A ‘El hijo de la novia’ suma ‘Truman’, que según dice “ha hecho un camino espectacular porque ha trabajado emocionalmente en la gente de una forma muy profunda”, así como ‘El secreto de sus ojos’ y ‘Nueve reinas’, que conforman el póker de “pilares en términos dramáticos” entre las que no puede elegir.

Hijo de actores, llegó a “fantasear” con la veterinaria y la psiquiatría, pero venció la “naturalidad” con que vivió el mundo de los rodajes desde los 10 años -“cuando tomaba un ómnibus e iba solo a trabajar con el guión bajo el brazo”-, así como el “orgullo” que le supuso, tan joven, contribuir en la economía familiar.

“El placer que me generaba el oficio y el orgullo que me hacia sentir siendo muy joven poder aportar económicamente en mi casa, en una casa donde no sobraba nada, eso fue marcando una tendencia de la que nunca me pude apartar”, confiesa.

Enamorado de su profesión, en la que sigue “disfrutando como loco”, cuenta que se trata de “un camino maravilloso”, también “doloroso, plagado de esfuerzo, sacrificio, dolor, angustia y desilusión a veces” pero en el que, “si la vocación empuja, no hay que dejar vencerse por los obstáculos”.

“Hay que ser paciente, no hay que bajar la guardia y hay que seguir adelante”, enfatiza en numerosos aspectos de la vida que aplica al cine y trata de transmitir a los actores que vendrán tras él.

“Lo que no deben dejar de hacer es instruirse, tratar de tener una caja de herramientas cada vez más poblada. Nos encantan los actores norteamericanos porque no solo actúan bien, cantan bien, bailan bien, están preparados para los distintos terrenos y eso es lo que tenemos que hacer, estar preparados para la primera oportunidad que se nos presente”, aconseja.

Consciente de que los presupuestos para cine en la región son, en la mayoría de los casos, menores que los de otras industrias cinematográficas, cree que en el cine sucede lo mismo que en el teatro: “cuando tienes una buena historia entre manos y un buen grupo de personas que con buena voluntad tengan ganas de contárselo a los demás, ya está casi todo hecho”.

“No hace falta demasiado más, por supuesto todos sabemos que para que se haga buen cine con buena realización, buena técnica hacen falta presupuestos, pero evidentemente en Iberoamérica nos las estamos arreglando bastante bien con las historias sencillas”, enfatiza.

Ganador en 2015 de la Concha de Plata del Festival de San Sebastián y del Goya al mejor actor por ‘Truman’, cuando ya había sido nominado otras tres veces, los premios Platino reconocieron toda su trayectoria con el galardón de Honor de 2016.

“Me sentí muy movilizado en los premios Platino este año porque tuve la sensación de que realmente había una verdadera intención de combinarnos, confraternizarnos, entendernos y tratar de hacer cosas en común”, recuerda.

Darín se encontró un lugar “muy auspicioso” en la gala de premios de cine iberoamericano, en la que se rodeó de “colegas que normalmente uno no se encuentra a diario”. “Veremos si eso pasa por una parte de la lista de oportunidades o de decepciones, pero creo que tenemos una gran oportunidad por delante”.

Sabedor de su fama, insiste en que “no nos podemos olvidar de que cuando hablamos de artistas, tenemos la mala costumbre de hablar de los que son conocidos” y pide que “no nos olvidemos de aquellos talentosos, gente con mucha capacidad, con grandes dones que a lo mejor no han tenido la oportunidad”.

“Por eso las Cumbres iberoamericanas son positivas, porque otorgan posibilidades a esa gente que no las ha tenido antes”, dice al respeto del XXV aniversario de las mismas, de las que dice que van en una “dirección positiva” pero aún “necesitamos un poco más de tiempo para darnos cuenta de si esto es así o no”.

A su juicio, las Cumbres “pueden hacer de todo”, y aunque avisa de que “quizá no sea el más indicado para decir cuál es el camino”, se muestra seguro de que “cuando nos enteramos de nuestras historias y las cotejamos, nos damos cuenta de que cuando llueve, todos nos mojamos”.

“Me da la sensación de que tenemos una gran oportunidad de entendernos un poco más, de borrar esas fronteras que se han formado por distintas situaciones históricas, entre gobiernos más que entre los pueblos”, opina y espera que sea “una linda oportunidad de seguir desdibujando esas fronteras”.

Realista al mismo tiempo que optimista, asume que la vida “es difícil” así como el arte escénico “es también complicado”, pero apunta a que éste “a veces nos otorga la posibilidad de palpitar una obra de arte y creer que todo puede ser mejor”.

Y creer “que el mundo puede mejorar, que se pueden terminar las guerras, el hambre, las injusticias y las estupideces que vemos a diario, porque hoy las comunicaciones hacen que nos enteremos de todo en el acto y estamos sobrecargados de información negativa, pero hay que intentar evitarlo, hay que intentar centrarse en lo positivo porque es nuestra única salida”.